ILUSIÓN CUMPLIDAS
Publicado de Enric Pou I Quert · 10 Febrero 2022

Curso 47
del E.A. 1959 al 1960
Ilusión Cumplida.
Por Enric Pou i Quert
Cazador Paracaidista del 47 E.A. 1959-60
Todo esto empezó allá
por el año 1948, no recuerdo bien la fecha, ha llovido mucho desde entonces,
pero narraré los recuerdos que todavía tengo vivos en mi mente. Es curioso,
como muchas veces los sucesos más cercanos se borran de nuestra mente, y sin
embargo otros permanecen en ella, y ni el paso de los años ha podido borrar.
En aquellas fechas,
en el cine se estaba proyectando una película cuyo argumento estaba basado en
paracaidistas, por aquel entonces era una novedad, el caso es que a mí me dejó
una huella muy profunda, que
posiblemente me marcó para toda la vida.
Sucedió más o menos
de la forma que voy a narrar.
Por aquel entonces
los niños no disponían de juguetes, al contrario de como ocurre en la actualidad, debido a que el
dinero escaseaba, el país recientemente había salido de una guerra civil, y en Europa se había terminado
la segunda guerra mundial, por lo que faltaba de todo, y los juguetes, al no
ser un artículo de primera necesidad, con más motivo. Cuando ibas por la calle
y veías un niño con un coche o un tren, o una niña con una “pepona”, se te caía
la baba, y por esta razón la infancia de entonces se confeccionaba una variedad
de juguetes con cualquier artilugio, creo que esto era bueno porque reforzaba nuestra inventiva y así pasábamos
el rato entretenidos. Por la ciudad circulaban pocos coches y los niños pasábamos
muchas horas en la calle jugando a una cantidad de cosas inimaginables, hecho
bien conocido por la gente que pasamos de los sesenta.
Yo pertenecía a una
familia trabajadora, y en aquellos días muy pocas familias podían permitirse el
lujo de ir de vacaciones, pero en la nuestra había un tío abuelo, que era sacerdote
que tenía una casita al pie de la
montaña de Montserrat, y cada año en verano pasábamos unos días de vacaciones
en aquel pueblecito. Allí empezó mi aventura.
Al estar sin ningún
amiguito y sólo con mi hermano, 4 años menor que yo, algo tenía que hacer para
pasar el tiempo, como la casa estaba deshabitada
la mayor parte del año, allí había muchos trastos viejos. Me dirigí al desván y
en una cómoda encontré una gran sabana vieja que posiblemente ya no se usaba,
al verla tuve la gran oportunidad de mi vida de hacer realidad mi gran sueño,
no iba a dejar escapar esa ocasión por nada del mundo, desde que hacía un par
de años, había visto aquella película de paracaidistas que saltaban de un avión,
mi ilusión era ser yo uno de ellos, ser
paracaidista , así que, ni corto ni perezoso, puse en práctica la idea de confeccionarme
un paracaídas, y así lo hice, tardé toda la mañana, y creo que me quedó
bastante bien en cuanto a la estética, porque en la práctica el salto fue un
desastre total. Me subí a un segundo piso, y sin pensármelo dos veces salté
como un paracaidista valiente y entregado. El castañazo fue de órdago, pues mi
constitución no era lo suficiente fuerte, las piernas no aguantaron el golpe y
mis posaderas dieron en el suelo, vi estrellitas… suerte que la casa era
antigua y la construcción muy baja. La aventura terminó un poco mal ya que tuve que guardar cama durante
seis meses. Me recuperé muy bien, pero desde entonces mis padres me controlaron un
poquito más.
Pasaron los años, y
al cumplir los dieciocho… vi mi gran oportunidad, convencí a mi familia que
esperar a que me llamaran por quinta era una pérdida de tiempo, pues no estaría
libre hasta cumplidos los veintiuno o veintidós
años, y no subías de categoría profesional hasta estar libre del servicio
militar. Por lo que hice la instancia al Ejército del Aire para hacer el
servicio militar, lo tramité directamente en Madrid, decían que allí te
aceptaban con más rapidez, y así fue , lo demás ya vino cantado, ya veréis como
pasé las vivencias a partir de mi vida militar, Cazador Paracaidista del Ejército
del Aire, que no es poco, para un muchacho de dieciocho años.
Pasaron unos pocos
días y por fin llegó la citación para que me presentara en el Ayuntamiento de
mi ciudad, Manresa, y allí me entregaron un documento que rezaba siguiente
: “A los Paisanos Carlos Teixidó García y Enric Pou Quert se les concede un
pasaporte para que desde Manresa se trasladen a Madrid haciendo el viaje por
ferrocarril por cuenta del Estado y por lo tanto, ordeno a las autoridades que
de mi dependan, y a las que no, no les pongan impedimento alguno en su marcha,
facilitándoles los auxilios que al margen se expresan, así cuantos puedan
contribuir al mejor desempeño del servicio” y firmaba
el General jefe de la Región.
No podéis
imaginaros lo importantes que nos sentíamos, el compañero Carlos Teixidó que no
nos conocíamos todavía, partimos en un tren correo que le llamaban “Shangai”, tardamos dieciséis horas hasta la llegada a
nuestro destino. Sobre las seis de la
mañana del 14 de marzo de 1959 nos apeamos, pues habíamos llegado a la estación de Atocha. Juntos nos
dirigimos a la calle Rodríguez Marín nº 5 (Colonia el Viso), puesto que allí se
encontraba el C.R.M. Centro de Reclutamiento y Movilización. Llegamos puntuales
a nuestra cita a las 8.30, con 18 y 20 años cumplidos, Carlos era mayor que yo,
y allí estábamos, con una gran ilusión
que es muy difícil de expresar. En aquellos momentos no podíamos imaginar que
allí se estaba incubando lo que sería el 47 curso de Paracaidistas del Ejército
del Aire.
Después de dos días,
habiendo pasado una revisión médica favorablemente, nos dieron un carnet que
acreditaba que pertenecíamos al Ejército del Aire, por la noche ya estábamos en
un tren con destino a Alcantarilla.
Tardamos muchas horas en llegar, ya que en Chinchilla hicimos transbordo y allí
estuvimos esperando unas 5 horas, recuerdo que durante el viaje no nos
suministraron nada de comida, éramos jóvenes y el cuerpo lo aguantaba todo. Ya
por fin llegamos a Murcia y nos trasladaron a la Escuela Militar de Paracaidismo Menéndez
Parada ubicada en Alcantarilla. Llegamos el día 17, y a las dos horas nos
comunicaron que si queríamos quedarnos nos proporcionarían alojamiento y comida
hasta el 31 de marzo que era cuando comenzaba el curso, o bien podíamos volver a
casa pero el coste del viaje corría de nuestra cuenta. Junto con mi compañero
Carlos y algunos más elegimos esta última
opción, nos desplazamos en tren hasta Valencia y allí cogimos otro con destino
a Barcelona.
Pasados estos días,
el 31 de marzo ingresamos como alumnos en la escuela de Alcantarilla.
A la mañana
siguiente, nos distribuyeron por patrullas, compuestas de 10 a 12 alumnos y una vez repartidos nos
asignaron los instructores, yo quedé integrado en la del cabo 1º
Francisco Vidal Macanas, que
E.P.D. El responsable de varias patrullas era el teniente Lobato, los dos eran
de una gran profesionalidad y como responsables guardo un grato recuerdo
referente al trato para con los alumnos. Nos entregaron los uniformes y durante
el resto de la semana nos sometieron a una serie de pruebas físicas, las cuales
todos los que estuvimos allí ya conocemos.
El lunes día 6 de
abril, empezaron con mucho rigor las clases de educación física, instrucción
militar e instrucción paracaidista, como salto a la lona, saltos desde la
torre, salto atado en un atalaje, saltos continuos desde un muro de un metro de
altura para ir fortaleciendo los tobillos y los glúteos. Es muy posible que
muchos compañeros no se diesen cuenta que además de prepararnos físicamente
también lo estaban haciendo en el aspecto psicológico, nos inculcaban que por
pertenecer a un grupo de élite estábamos por encima de los demás, en aquellos
momentos para mí aquella actitud era incomprensible, pues algún instructor nos
instaba a ”poner cara de perro”, esto endurecía nuestras facciones y nuestro
espíritu, con dicho sistema nosotros estábamos convencidos que íbamos ser más
respetados por otras tropas del ejército, también se nos imponía una disciplina
muy férrea como venían haciéndolo en la legión. Hoy al cabo de cincuenta años
comprendo el porqué de aquél sistema, que dio muy buenos resultados, pero que
hoy sería del todo obsoleto.
Durante el curso
realizamos los seis saltos de rigor, necesarios para obtener el título de
Cazador Paracaidista, lo más destacable del curso fue que durante tres semanas
nos machacaron haciendo instrucción para desfilar ante el jefe del Estado en el
desfile de la victoria que aquel año se realizó en Valencia, nos comentaron que
lo habíamos hecho muy bien, creo que así fue, pues salimos en la portada del
periódico de las Provincias, fue un honor para el 47 curso.
A primeros de
agosto se dio el curso por terminado, nos entregaron el título, un diploma que
lo acreditaba y un mes de permiso, y el
destino para que nos incorporásemos al
Primer Escuadrón de Paracaidistas del Ejército del Aire en la base de Alcalá de
Henares el 30 de setiembre del 1959.
Una vez
incorporados en el Escuadrón, durante los primeros quince días lo pasamos muy
mal. Y fue debido a que nuestra llegada coincidió con el curso 39, este curso
estuvo en la guerra de Ifni- Sáhara 1957- 58, es posible que ellos en campaña
hubiesen vivido algunas experiencias desagradables, por
lo que se desquitaron con nosotros por el hecho de ser reclutas y poco curtidos.
A las dos semanas los licenciaron y nosotros empezamos a respirar, pues los del
curso 43 más o menos eran como nosotros, a
estos los licenciaron a la llegada del curso 49 a finales de diciembre y
nosotros quedamos como veteranos, creo que la convivencia con este curso fue
muy buena.
Al margen del tipo
de vida que comportaba estar en paracaidismo, durante aquel año que pasamos en
el Primer Escuadrón, realizamos cosas interesantes, dignas de mencionar: Saltos
de exhibición en Gijón, Segovia y la
Casa de Campo de Madrid, el desfile de la Victoria del año 1960 en Barcelona también
con la presencia del jefe del Estado.
El día 23 de
diciembre del 1959, el Escuadrón tuvo el honor de ser la guardia del Presidente
de los Estados Unidos, el General Eisenhower, en su visita a España.
Intervenimos en el
rodaje de la película “Ahí va otro recluta” protagonizada por José Luis Ozores.
Cabe destacar que
durante todo este tiempo no nos ocurrió ningún accidente importante. Si que
hubo un incidente que es digno de mención. Fue cuando nuestro compañero Ángel
García del Riego un día que teníamos salto quedó enganchado en el avión con la
cinta extractora de su paracaídas, estuvo unos quince minutos colgado del
avión, pero el jefe de salto que quedaba en el Junker 52 y el copiloto, con
buen tino, se les ocurrió coger un palo de unos dos metros y medio que llevaba
el aparato (este palo servia, cuando ponían el avión en funcionamiento, para
desplazar la hélice y dejarla en su correcta posición). Con este basto
utensilio, él pudo agarrarse, y los dos que quedaban pudieron introducirlo
dentro del compartimento. Hoy esto es sólo una anécdota, pero el amigo Ángel
posiblemente alguna vez soñará con aquel percance que por suerte terminó
felizmente.
El 47 curso del Ejército
del Aire fue licenciado el 30 de agosto de 1960
Después de pasados
cincuenta años he podido reencontrarme con unos cuarenta compañeros, y todos
sin excepción, hemos coincidido en estar muy orgullosos de haber pertenecido al
Primer Escuadrón de Paracaidistas del Ejército del Aire, entonces a las órdenes
del Teniente Coronel D. Mariano Gómez Muñoz, hoy General de División, y en que
después de tantos años todavía nos une lo que se nos inculcó: Tesón para lograr
nuestras metas, compañerismo y amistad. No quiero terminar sin tener un
recuerdo para nuestros oficiales y compañeros que ya no están entre nosotros y
que por desgracia son bastantes, y desear a los que quedamos que los valores que antes he citado nos mantengan
unidos toda la vida.


Enric Pou i Quert
Cazador
Paracaidista del 47 E.A.